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Sin humo, menos daño: un camino para salvar vidas

A pesar de décadas de campañas de salud pública que destacan los peligros de fumar, persisten conceptos erróneos y desinformación sobre la nicotina. Contrariamente a la creencia popular, la nicotina por sí sola no causa cáncer y desempeña un papel mínimo, si es que tiene alguno, en las enfermedades relacionadas con el tabaco. Es hora de disipar estos mitos y reconocer el potencial de las estrategias de reducción del daño del tabaco (THR) para salvar millones de vidas.

Es fundamental reconocer que siempre habrá personas que opten por consumir nicotina, al igual que quienes consumen cafeína. Se sabe que los humanos hemos usado nicotina desde hace más de 12.000 años; Es temerario que los responsables de las políticas modernas crean que pueden ser ellos quienes erradicarlo.

El nuevo informe de Smokefree Suecia, No Smoke, Less Harm, ilustra que en lugar de demonizar la nicotina, la atención debería centrarse en reducir el daño asociado con su consumo. Suecia es un excelente ejemplo de cómo la THR puede mitigar las enfermedades relacionadas con el tabaco a pesar de niveles similares de consumo de nicotina en comparación con otros países europeos. Al adoptar productos de nicotina sin humo, Suecia tiene tasas significativamente más bajas de enfermedades relacionadas con el tabaco y muertes prematuras.

En comparación con el resto de la Unión Europea (UE), Suecia cuenta con un 44 por ciento menos de muertes relacionadas con el tabaco, una tasa de cáncer un 41 por ciento menor y un 38 por ciento menos de muertes atribuibles a cualquier tipo de cáncer. Si el enfoque de Suecia de reducir el uso de productos combustibles en lugar de una guerra puritana contra el consumo de nicotina se replica en toda la UE, se podrían salvar muchos millones de vidas en tan solo unos pocos años.

Los consumidores comprenden cada vez más este concepto, mientras que los gobiernos, en su mayoría, no. Aquellos que han logrado dejar de fumar usando snus, productos de vapeo y otras alternativas más seguras se sienten constantemente frustrados y confundidos al entender por qué los legisladores no reconocen los enormes beneficios que han experimentado.

El concepto de reducción de daños no es nuevo. Se trata de permitir a los consumidores utilizar sustancias potencialmente dañinas de formas menos riesgosas, evitando así las devastadoras consecuencias para la salud.

Este principio, resumido en el lema "Sin humo, menos daño", debería informar el enfoque global de la política de control del tabaco. Es hora de que instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS), que desde hace mucho respalda la reducción de daños por consumo de drogas, integren formalmente la THR como el cuarto pilar del control del tabaco, junto con los impuestos, la regulación y la educación.

Los productos de reducción de daños ofrecen una alineación perfecta de los objetivos comerciales, económicos y de salud pública sin que el Estado tenga que hacer nada más que permitir que se vendan a adultos que de otro modo fumarían.

Para lograr un progreso significativo en la reducción de los daños del tabaco, se deben tomar varias acciones. En primer lugar, los estados miembros de la UE y la OMS deben adoptar un marco regulatorio proporcional al riesgo que distinga entre productos de nicotina fumados y sin humo. Este enfoque reconoce los distintos niveles de riesgo asociados con los diferentes métodos de administración de nicotina y permite a los consumidores acceder a alternativas más seguras.

Además, es fundamental combatir la desinformación sobre la nicotina. Los conceptos erróneos sobre los riesgos de la nicotina pueden disuadir a los fumadores de hacer la transición a alternativas más seguras. Es fundamental eliminar activamente las narrativas falsas y proporcionar información precisa sobre los riesgos relativos de los diferentes productos de nicotina.

La investigación desempeña un papel fundamental en la creación de una base de evidencia para la reducción de los daños del tabaco. Todas las partes interesadas, incluidos los gobiernos, las instituciones de investigación y la industria, deberían invertir en estudios científicos rigurosos para evaluar la seguridad y eficacia de las estrategias de THR. Al reunir evidencia sólida, las políticas de salud pública podrán estar mejor informadas y los consumidores estarán empoderados para tomar decisiones inteligentes y salvavidas sobre su salud.

En el corazón de THR se encuentra un imperativo ético: el reconocimiento del derecho humano fundamental de los consumidores a la salud. Las personas tienen derecho a acceder a información precisa y a alternativas más seguras que fumar. Al respetar este derecho, los formuladores de políticas pueden apoyar iniciativas de THR que prioricen la salud pública y la autonomía individual.

Por último, el seguimiento y la evaluación son componentes esenciales de estrategias eficaces de reducción de los daños del tabaco. La OMS y los estados miembros deben intensificar los esfuerzos para rastrear el impacto de las intervenciones THR, incluidos los cambios en la prevalencia del tabaquismo, las enfermedades relacionadas con el tabaco y las percepciones públicas sobre el uso de nicotina.

Ahora disponemos de datos abrumadores que demuestran que la reducción de daños funciona. La experiencia sueca ha demostrado de manera concluyente que las políticas de abstinencia exclusiva son muy inferiores a aquellas que llegan al consumidor donde está, en lugar de donde los gobiernos desean que esté. Ya no hay ninguna justificación significativa para aplicar políticas inútiles para restringir el uso de nicotina en lugar de aceptar que, como el café, siempre habrá quienes la consuman.

El verdadero enemigo de la salud pública es fumar tabaco combustible, no nicotina.

Adoptar los THR no es sólo un enfoque pragmático para reducir la carga de enfermedades relacionadas con el tabaco, sino también un imperativo moral. Al diferenciar fundamentalmente entre productos ahumados y sin humo y adoptar marcos regulatorios proporcionales al riesgo, se pueden salvar millones de vidas. Sólo hace falta que los formuladores de políticas ilustrados lo reconozcan, no esconder la cabeza en la arena como la OMS.

Es hora de priorizar el conocimiento y la adopción de THR, desmantelar los conceptos erróneos sobre la nicotina y defender el derecho de los consumidores a la salud. Se puede construir un futuro en el que las enfermedades relacionadas con el tabaco queden relegadas al pasado y en el que cada individuo tenga la oportunidad de llevar una vida más sana y libre de humo, si tan solo las organizaciones influyentes se adhieran a un mantra simple y progresista.

No fumar. Menos daño.

Martin Cullip es miembro internacional del Centro del Consumidor de la Alianza para la Protección de los Contribuyentes y tiene su sede en el sur de Londres, Reino Unido.

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